martes, junio 20, 2017

Divagando

A veces me despierto y me quedo en la cama, bocarriba, mirando hacia el techo o a través de la ventana a ese cielo más inmenso que un océano. Y pienso en lo que estoy haciendo y me pregunto: ¿Por qué seguir aprendiendo? ¿para qué?, como si lo aprendido en esta vida fuera a servir más allá de esta mera existencia terrenal.
¿Por qué luchar contracorriente? ¿No sería más fácil quedarse en la orilla y esperar a que venga una ola y me arrastre?
Publicar el primer libro ha hecho renacer en mí las ganas de escribir. Al principio pensé que era todo un sacrilegio que yo publicara algo. Después me di cuenta que no hay nada que profanar, la literatura es una expresión de libertad, de contar lo que quiero y como quiero. No es algo restringido a unos pocos, ni tiene porque ser rimbombante e incomprensible. Es la libertad de expresarme y la libertad de que lean. Sí, que lean con su mirada, que no tiene porque coincidir con la mía. Libertad de interpretar escritos de más de mil maneras, de tantas maneras como mentes hay.  


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